El relativismo Moral (Parte I)
Rvd. Dr. P. Pablo Mella.
El relativismo es un tema que está siendo abordado en la actualidad como una corriente que sustenta la libertad de pensamiento y de creencias que no admiten de ninguna manera límites dogmáticos. Considerando esto, el Seminario Pontificio Santo Tomás de Aquino ha querido organizar este simposio, con el fin de profundizar en el tema y encontrar herramientas que le ayuden a enfrentarlo. Con este propósito se invitaron a dos especialistas para que expusieran la cuestión desde dos punto de vistas diferentes pero irremediablemente unidas entre sí, la filosofía y la teología. La aproximación filosófica estuvo a cargo del P. Pablo Mella, y para la disertación teológica fue invitado el P. Ramón Balaguer. El presente artículo se centra en el ámbito filosófico presentado por el P. Pablo referente a esta cuestión del relativismo moral.
Lo que tradicionalmente se conoce como relativismo se ubica en la época de los sofistas, cuando esta corriente era reconocida como doctrina esencial para toda persona. Los sofistas sustentan sus ideas relativistas en los sistemas finitos de signos, es decir, en la organización particular de diferentes elementos dirigido por cada quien. Entonces todo el mundo tiene su manera de ver las cosas y la verdad es mi verdad. Obviamente, cuando esos sistemas finitos de signos chocan entre sí, cada uno tiene que intentar sobrevivir usando técnicas de lenguaje. Posteriormente esa idea de los sofistas se fue profundizando y el relativismo adquirió tres maneras distintas de manifestación. La primera es el relativismo cognitivo, se refiere a lo que está al alcance del conocimiento del sujeto, lo que lo envuelve en sus experiencias. Después sigue el relativismo lingüístico, que se vincula con la lengua materna, lo que cada idioma conserva como tesoro preciado. Por último, está el relativismo moral, que responde al código moral de cada cultura en particular. En estas tres expresiones del relativismo como doctrina, impera como base un rechazo al juicio denigrante de una persona sobre otro o de una cultura sobre otra. Cada persona y cada cultura tienen su propio sistema de experiencias, su propio lenguaje y sus propias normas morales, es totalmente incorrecto hacer juicios valorativos con respecto a estos. Por lo anterior concluimos que la verdad depende de cada persona y de cada cultura, y éstas son las que marcan su rumbo a través de la historia.
Contrario a esta doctrina, surge otra que, yéndose del otro lado de la balanza intenta hacerle contrapeso, nos referimos al absolutismo. Esta tendencia declara la supremacía de la verdad como universalidad. Como ésta trasciende todo y a todos, también se impone y de forma violente intenta lucirse ante el mundo.
Analizando los dos pensamientos anteriores, debemos concluir que la verdad no encuentra su contenido esencial en ellos. Porque la verdad si se vuelve violenta o si se particulariza, deja de ser verdad. Es necesario que encontremos un equilibrio, que concibamos un sistema que incluyan los parámetros de la diversidad y a la vez los patrones generales que los dirijan. El filósofo belga Jean Ladrière nos dice que la verdad se presupone a sí misma, por eso no sería vana la empresa de establecer un diálogo abierto para crear relaciones que moderen el relativismo y den flexibilidad al absolutismo. En esto consiste la verdad, en un saber que nunca se acaba, que siempre es deseo, pero siempre corre por un único sendero.
Juan Ernesto Montero, sdb.